miércoles, 30 de enero de 2008

Porque 80 años, no pasan todos los días...


Tal día como ayer, pero hace 80 años, el Betis ganó la Copa de Andalucía. Prestigioso trofeo de la región sureña de España. Concretamente, el 29 de Enero de 1928. Venciendo por tres a uno al eterno rival, el Sevilla FC.

Mucho ha llovido desde ese, día. Bueno, desde entonces, y sus jornadas aledañas, puesto que poco después, el Betis celebraría por todo lo alto, lo que ya se conoce como el “Pizjuanazo”. El equipo nervionense, estrenaba el estadio, y qué mejor forma de hacerlo que contra el Betis, que por aquel entonces, estaba infravalorado por los rojiblancos. El 4 a 2 fue notable, dejando un sabor amargo a los sevillistas en los labios, que sabía a gloria en verdiblanco.

Pero esto no es precisamente, lo que me lleva a escribirles, (y eso que la inactividad estos días ha sido notable, debido a mi incansable tarea de comprender a Zaller, Kuran y Gamson, entre otros. Quien sepa de qué hablo me comprenderá). Tras Librarme (al menos momentáneamente), de esta frustración, esta lacra personal, vuelvo a este blog con el ansia de rememorar lo que la historia deja atrás.

Y es que este trofeo, a día de hoy no se disputa, puesto que finalizó tras acabar la Guerra Civil Española (otra perla que se nos prohibió por parte del “chaparrito del norte”).

Hasta 1928, el monopolio del Sevilla había sido atroz, ganando el 90% de los trofeos disputados desde su inicio en 1915. Pero ese día cambió los destinos ya escritos del fútbol. Y es que el Betis, fue, es y seguirá siendo siempre fiel a erradicar cualquier pronóstico que la lógica establezca. Ni el mismo Sócrates encontraría resultado posible que explicara cómo el Betis, desde siempre, desde 1907, ha sido capaz de lo mejor frente a los más grandes (Madrid, Barça, At. Madrid, Milán, etc.) y de lo peor ante la tragicomedia de la vida (el descenso a Tercera y la casi desaparición marcó un antes y un después en la historia de este club). Y como no hay mal que por bien no venga, surgió el espíritu que ningún otro equipo fue capaz de esgrimir jamás. Un espíritu que daría a ese escudo, preso en las trece barras verdiblancas, la inmortalidad por siempre. Ya estaría en los anales de la historia. Y lo que es mejor. En los corazones de medio mundo. El Manque Pierda.

Pero volvamos a ese encuentro mágico. Aquel que derrocó a los elitistas. Donde se manifestó la revolución popular frente a las minorías elitistas. El Betis, venía de arrasar en la primera liguilla, donde acabó imbatido con un montante de goles del que destaca el 12 -0 contra el Recreativo de Huelva. En la segunda liguilla, el Betis sufriría con duros rivales, al igual que el Sevilla, que apunto estaría de dejar la eliminatoria. Pero ese destino, quiso ver a los dos grandes clubes de Andalucía, por excelencia juntos en un sólo campo, y ante un trofeo del K.O. como era el de la Copa Andalucía. El Betis, gracias a los tantos de Enrique, Carrasco y Romero, todos ellos en pocos minutos, se impuso sin clemencia ninguna hasta el ahora campeón de la batalla de gallos andaluces. Superioridad, compenetración, juego y estilo hicieron a Justicia quitarse la venda de los ojos, y decantar la balanza hacia los verdiblancos. Era digno de merecer. El Betis debía romper los esquemas de la historia y así lo hizo. Esquemas que muchas veces rompería, y que de ellas, aún quedan por ver.

A un servidor, le cuesta mantener la compostura en estos momentos, pues la alegría del sentimiento que por mis venas discurre es lo más bello que se podría sentir. Muchos, me lo negarán, pues reconocerán en el amor, el verdadero elixir de la locura y embriaguez. ¿Pero, acaso esto no es, a su debida forma, amor? Sentimiento, que te desborda cuando en el horizonte se avista una marea humana. Toda verde, y resuenan tambores. El himno ya se escucha. Y a todo el mundo paraliza, la afición del Real Betis Balompié. Sólo un equipo así, sufridor, luchador, púgil hasta la extenuación, es capaz de tener y merecer esta afición de los malos, de los peores momentos. Pero también de los buenos, de los tensos, de la imaginación, de la ilusión, y por qué no decirlo, de las lágrimas de decepción y alegría. Si a todo esto, le añadimos la magia de las tierras andaluzas, el cóctel parece recién salido de las pulquérrimas y divinas manos de Afrodita.

Y tras esta reflexión, más desde lo etéreo que desde lo humano, vuelvo a la realidad. Un dueño despótico y ególatra, que prevalece la imagen pública ante los sentimientos. Que esconde tras falso beticismo unos negocios propios de la élite. Unas estructuras limítrofes para la afición que atisba que poco o nada puede conseguir. Pero que sí lo consigue. Cada vez la defensa de ese sentimiento descrito en el breve párrafo anterior, y profesado por miles de béticos, presiona a Lopera ahogándolo hasta la extenuación.

Esta situación se asemeja a la de la Tercera División, parece que jamás se saldrá de ella. Que Lopera puede ser inmortal (¿les suena a algo?). Parece que el Betis desfallece ante la sombra del directivo y sus billetes. Pero la lucha continúa. Juntos se conseguirá. Manque Pierda, Manque las fuerzas fallen, Manque Lopera, Siempre Betis, allí estaremos todos, pa´ cantarte tu canción…